Tiempos de covid

Ya arrancando noviembre y con mucho a las espaldas

Todo esto es tan raro que se me nubla la cabeza.

Tan miedo, tan recogerse, tan pocas risas sonoras, tan largo y lo que queda, tan sin alas…

Y al lado puedo poner lo demás: que el miedo se conjura y ya, que recogerse es un lugar bendito y sin embargo siempre negado, que “largo” no quiere decir nada, y que el vuelo es hacia dentro también…

Cuando pongo todo este contrapeso, y sé que es real, siento al mismo tiempo como si traicionara algo de mí.

Intento estar con lo que hay de la mejor forma posible, no me seducen las negaciones ni los catastrofismos. Creo más bien que es una situación que no sabemos cómo gestionar, que le viene grande a nuestra soberbia de humanos todopudientes.

Sin duda que entraña una gran invitación a recapacitar acerca de muchas cosas, desequilibrios de todo tipo que están en la base de esta dificultad. Y, sin embargo, no sé si seremos capaces de esta reflexión, al menos como comunidad.

Siento que me traiciono si no grito que quiero volver a abrazar, que la montaña no es peligrosa, que las mascarillas nos privan también de las sonrisas y del aire que sana, que la mayoría de los sanitarios no se sienten héroes ni quieren serlo, que necesitan cuidados también, que algunos de nuestros abuelos que no mueran de covid van a hacerlo de pena, que el proceso de morir merece ser tan atendido como el salvar vidas… y así, y tantos gritos que se me ahogan en la garganta por prudencia

Me rebelo contra mi propia sensatez y no me entiendo ni yo