Rendirse a la incertidumbre

A menudo me asombro de ver cuánta energía gastamos en el control.

Es lógico, nos lo han enseñado así.

Contemplo la incertidumbre como uno de los ingredientes de esta paella de la experiencia humana. Un ingrediente esencial, pues en realidad poco sabemos acerca de qué va esto de vivir y poco sabemos acerca de lo que va a pasar, de cuánto el futuro nos va a sorprender…

Es mucho más grande lo que ignoramos que lo que sabemos.

Y es mucho más grande lo que no podemos controlar que lo que está en nuestra mano.

En realidad, en esto nos parecemos todos. Compartimos mucha más ignorancia que conocimiento, por muchas cosas que hayamos aprendido.

Y muchos de nosotros tenemos miedo, así que también compartimos esto de estar asustados.

Entonces, cabe entrar en el esfuerzo de controlar, tener la realidad lo más atada posible para predecirla, para gobernarla.

Lo que pasa es que, como la mayoría de las variables no están en nuestra mano, al final es una tarea agotadora e inútil. Siempre queda más fuera de nuestro control que sujeto a él. Y la vista de este territorio que permanece caótico nos pilla además agotados por la batalla.

Nos dijeron: – ¿Tienes miedo? Pues controla, dirige tu vida, aplícate.

A veces me susurro a mí misma: – ¿Tienes miedo? Confía.

Y la posibilidad de rendirme a la incertidumbre en lugar de pelearme con ella, me trae un descanso inusual, que agradezco desde lo más profundo y vulnerable de mí.