Nacimientos y muertes cotidianos
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Nacimientos y muertes cotidianos

Todos nos enfrentamos en nuestro proceso a pequeñas “muertes” que desatan procesos físicos y emocionales comunes. Cuando tenemos que abandonar una pareja con la que hemos crecido juntos durante años, una casa con mil y una vivencias en su memoria o un trabajo dónde hemos puesta toda nuestra energía y vitalidad en su momento, se desencadenan una serie de procesos en los que podemos identificar un hilo común.

Antes, cuando empezamos a aproximarnos, nos sumimos con facilidad en la incertidumbre, el miedo, incluso el dolor. En el plano físico la necesidad de afrontar un cambio relevante desencadena los mecanismos fisiológicos y hormonales del stress y con demasiada frecuencia, de la ansiedad. En lo emocional nos acompaña la tristeza y con demasiada frecuencia, el miedo.

Durante el tránsito a la nueva situación necesitamos idealmente sentir el coraje, que nos de la fuerza necesaria para atravesar la experiencia, la cara amable de la ira, la emoción mas denostada y quizás por ello la mas difícil de gestionar. En lo físico, la adrenalina nos permite preparar nuestro cuerpo para afrontar los riesgos del cambio.

Después viene la liberación, ese sentimiento de tener nuevo espacio, nuevo aire donde desarrollar y dejar crecer lo nuevo, una nueva relación, un nuevo espacio vital, un nuevo proyecto profesional. En lo físico toman el mando la dopamina y la serotonina, en lo emocional nos impulsa la emoción de la alegría, también el amor y, en último término, si estamos abiertos a ello, el éxtasis.

Desde esta mirada podemos empezar el ciclo donde queramos, la secuencia es la misma, como si se tratara de una respiración circular. Morir y nacer, nacer y morir, son una misma cosa, un cambio de estado, un ciclo infinito que nos acompaña en nuestra experiencia vital una y otra vez. En lo físico, en lo emocional y también en lo mental y en nuestra espiritualidad.

La muerte y el nacimiento físicos no se diferencian en nada de este ciclo que nos resulta, según avanza nuestra experiencia vital, tan cotidiano. Abandonar esta vida, abandonar el cuerpo que nos ha permitido vivirla, nos lleva a transitar en el antes los mismos mecanismos fisiológicos y emocionales. En el tránsito precisa del mismo coraje y en el después…

Tomar conciencia y “vivenciar” las implicaciones corporales y físicas – y la experiencia emocional – de estas etapas nos da una herramienta fundamental para habitar y tomar conciencia de nuestro proceso vital. También para empatizar y poder acompañar a todas aquellas personas cercanas que están inmersas en estos procesos, en cualquiera de sus fases, sean pequeños nacimientos y muertes cotidianos, sean al nacimiento y la muerte a esta vida.

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