EUTONÍA, MOVIMIENTO Y EXPRESIÓN
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Eutonía, movimiento y expresión

EUTONÍA, MOVIMIENTO Y EXPRESIÓN

Podemos caracterizar la eutonía como un trabajo de progresiva conciencia corporal, en el sentido de que en un proceso relativamente lento en el tiempo se va produciendo cierta afinación en la percepción. La conciencia corporal tiene indudables implicaciones a nivel emocional, ya que partimos de una visión de la persona como entidad indisoluble cuerpo-mente-emoción. No olvidamos que esta caracterización plantea ciertos problemas o, al menos interrogantes en el terreno conceptual: Si el ser es la unidad de estas partes, entonces ¿quién percibe qué? Hablar de conciencia corporal, o de conciencia de sí mismo, supone aceptar que existe una especie de observador externo que percibe y, de este modo, estaríamos cuestionando sin querer la propia unidad de la persona de la que partimos.

         Esta progresiva toma de conciencia corporal se orienta hacia la búsqueda de un tono muscular justo, armónico en el reposo y en el movimiento: acción cotidiana, trabajo, deporte, expresión artística…  La percepción y el ajuste tónico se encuentran, por otra parte, íntimamente ligados con la vivencia emocional de la persona. La función tónica vendría a ser, en la estructura corporal, una especie de sustrato que contiene la historia y la vivencia afectivo-emocional de la persona. De este modo, el adentramiento en la práctica de la eutonía no constituye tan sólo un trabajo corporal. Es necesario insistir en que el proceso afecta siempre a la totalidad de la persona, a su crecimiento integral.

Este tono justo del que hablamos es algo que se construye para cada individuo a través de la exploración y de la experimentación de sensaciones corporales en las diferentes propuestas de trabajo. Propuestas que van desde la vivencia de la pasividad muscular, a la percepción de la estructura ósea del cuerpo a través de los empujes, conciencia de los límites del cuerpo, del espacio interno, conciencia de las implicaciones musculares en el movimiento, contacto con el mundo exterior y con los otros… etc. De modo que este proceso va generando la construcción de nuevos esquemas sensorio- motores que pasarán a estar disponibles en el repertorio de la persona con una mayor facilidad.

Se nos plantea, en este punto, el problema de la transferencia. Nos preguntamos hasta qué punto los esquemas que hemos construido para una acción determinada pueden aplicarse directamente a una acción diferente, con requerimientos corporales diferentes, tal como se postulaba desde los planteamientos de la educación psicomotriz de base. Sin embargo, se sabe que la construcción de un esquema motor está sustentada en el objetivo mismo de la acción. Los movimientos no se aprenden en el vacío, como trazos sin sentido. En realidad, aprendemos a hacer cosas, y esas cosas que hacemos requieren de determinados esquemas motores, específicos para cada acción. Se trata de un proceso constructivo en el que primero generamos el esquema motor aproximado que nos permitirá desenvolver la acción y, progresivamente, a medida que la realizamos, este movimiento se irá despojando de todos aquellos componentes innecesarios, como si se fuera puliendo poco a poco, afinando. La automatización se alcanza al final de esta paulatina liberación de las tensiones que inevitablemente acompañan al movimiento en sus inicios, y que se manifiestan en forma de paratonías y sincinesias. En el punto donde la automatización se alcanza, el movimiento puede comenzar a ser rico en expresión. Pensemos por ejemplo en el aprendiz de violín que se “pelea” con una partitura –su cuerpo tenso- hasta que finalmente la hace suya. Al principio, su interpretación no puede ser expresiva, pero podrá llegar a serlo con el tiempo.

Este recorrido desde el ensayo de la acción hasta su automatización debe hacerse para cada nuevo aprendizaje. Sin embargo, podemos pensar que existe cierta memoria corporal, en el sentido de que si hemos experimentado la fluidez corporal en un campo de acción contamos ya con la conciencia, siquiera de un modo muy global, de que esto es posible. Y es esta conciencia la que podría facilitar agilizando el proceso de aprendizaje de la acción siguiente.

La eutonía, su modo de entender el movimiento, tiene mucho que aportar para el desarrollo de todas aquellas técnicas que participan de la dimensión expresiva, desde la danza y el teatro hasta la interpretación musical.

La eutonía, puesto que busca este proceso constructivo, apuesta por la ausencia de modelos normativos acerca de cómo deben ser la postura y el movimiento, y esta característica la diferencia de otras muchas propuestas de trabajo corporal. Se trata de un camino personal de investigación en el que cada uno construye en función de sus particularidades (sus posibilidades y limitaciones corporales, su situación de partida) una acción corporal que le es propia y que, por tanto, le expresa a sí mismo.

Gerda Alexander manifestó este interés por evitar a toda costa la reproducción de movimientos estereotipados de la danza, por ejemplo. A través de diferentes consignas como la del “dibujo”, se persiguen nuevas formas de movimiento donde la exploración de las sensaciones tónicas sea más pura, al no estar apoyada en lo que uno ya conoce y requerir, por tanto, de ese proceso de construcción del que hablábamos.

Los estudios de movimiento en eutonía no persiguen la perfección formal, aunque tampoco la desprecian. Simplemente, se sitúan en otro plano de búsqueda: el movimiento que expresa la realidad de una persona en ese momento, con sus condicionantes: Una persona que realiza una acción con conciencia de su postura, atenta a la percepción de su cuerpo, con la mayor economía de la que es capaz y en contacto con los otros y con lo externo.

Desde esta perspectiva, las personas que provienen de disciplinas corporales como la danza, por ejemplo, se enfrentan a la dificultad de evitar apoyarse en lo que ya saben, con objeto de no realizar una producción mecánica. Se hace preciso, en cierto modo, “olvidar” las capacidades corporales y reconstruirlas desde esta percepción íntima del cuerpo.

En los estudios de movimiento que se presentan para la obtención del diploma en eutonía, tenemos la ocasión de apreciar esta riqueza. El movimiento de cada cual se convierte en irrepetible expresión de sí mismo y la emoción aflora ya que el cuerpo no es una cáscara vacía, sino la materia en que se sustenta el contacto con uno mismo y la relación con el mundo y con los otros.

Indudablemente, toda esta problemática generada acerca de la expresión genuina y de la conciencia de uno mismo, así como la ausencia de un referente normativo, hace que el camino individual que cada uno recorre esté sembrado de preguntas. El trayecto, las dudas, la evolución son responsabilidad de cada practicante. Algunas de ellas se resolverán en el proceso, otras esperan. Y serán precisamente los interrogantes, los que darán cuerpo a ese motor que alienta la búsqueda. Son las incertidumbres, en mayor medida que las certezas las que nos hacen avanzar, al fin y al cabo.

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